El Cronista – «Equivocarse es parte de emprender»

«Equivocarse es parte de emprender»

La coach Alejandra Marcote, fundadora de Aprender del error, comparte cómo gestionar el miedo al fracaso y explica por qué el llamado «síndrome del impostor» afecta más a las mujeres que a los hombres al momento de desarrollar su propia firma.

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ALEJANDRA MARCOTE,

 

Diversos estudios en la Argentina afirman que solo el 7% de los emprendimientos supera el primer año de existencia y que, a nivel global, el 70% no llega a dos, dice la coach Alejandra Marcote, facilitadora de espacios de conversación para resolución de problemas en las empresas y fundadora de la consultora Aprender del Error. «En nuestro país, son cada vez más quienes se animan a pegar el salto hacia la independencia y montar su propio negocio, aunque muchas veces no toman la suficiente previsibilidad o recaudos para arrancar con el pie derecho. Los fracasos están a la orden del día y distinguir los errores más frecuentes es fundamental para conseguir pasar el primer año emprendiendo», agrega.

 

 

¿Cuáles son los errores más comunes a la hora de emprender?

Uno es enamorarse de la idea y no del problema, no destinar tiempo para conocer en profundidad el problema que deberían solucionar. Cuanto antes se puede compartir lo que se está realizando con los futuros clientes para recibir su feedback, mejor va a ser para el emprendimiento. Este ejercicio se denomina iterar en la metodología lean start-up.

 

 

Otro de los motivos de fracaso es la falta de planificación económica-financiera. Muchos emprendedores cuentan con una planificación optimista sin considerar, por ejemplo, que pueden existir diferencias entre los plazos en que se abonan insumos y en los que se le cobra a un cliente.

 

 

Finalmente, la elección de los socios o del equipo. Como dice el dicho: una gran idea con un equipo que no funciona está destinada al fracaso. Los valores son la brújula que orienta las decisiones.

 

 

¿Cómo definiría los mejores equipos de trabajo?

Se complementan en sus habilidades, pero comparten los mismos valores. Asociarse con personas con las que no compartís valores hace tambalear el negocio, ya que los criterios de decisión son diferentes. Los errores son necesarios, al igual que hacer reiterados intentos. Es importante ser conscientes de que fracasar y equivocarse son parte del proceso y que lo más importante es aprender de ellos.

 

 

¿Cómo capitalizar estos errores?

Lo primero es hacernos cargo de que tuvimos que ver con eso. Otro de los ejes del coaching que ayuda a capitalizar los errores en la vida emprendedora es aprender a pedir ayuda. Finalmente, salir de una «actitud de sabelotodo» es vital.

 

 

¿Hay mercados que sean un ejemplo en este sentido?

Silicon Valley. En cuanto a lo que refiere a proyectos que no funcionaron, ellos lo toman como una experiencia más de la cual aprender. Quienes emprenden en San Francisco entienden al fracaso como un valor que le agrega CV y no como acá, donde, muchas veces, hasta lo sumamos al CV como un año sabático luego de que el proyecto no funcionara.

 

 

¿Cómo ve a Buenos Aires en cuanto a su ecosistema emprendedor?

El ecosistema en Buenos Aires se fue desarrollando muchísimo en los últimos años y se diferencia del resto del país, donde hay una enorme oportunidad de seguir aportando capacitaciones. Aún se necesita un acompañamiento desde el punto de vista legislativo e impositivo, ya que es muy costoso para los primeros tiempos de un emprendimiento.

 

 

Algo que se observa en Buenos Aires y otros puntos de la Argentina es que las mujeres emprenden con microempresas. Los hombres enfrentan proyectos más grandes, con mayores riesgos. Las mujeres tenemos mucho para trabajar desde ese lado, podemos soñar en grande, llevar a cabo proyectos increíbles al igual que los hombres y que ayuden a muchas más personas también.

 

 

¿Qué es el síndrome del impostor y por qué afecta más a las mujeres?

El síndrome del impostor es esa creencia de que somos un fraude. De que llegamos de alguna forma a donde estamos, pero no lo merecemos y de que en algún momento alguien se va a dar cuenta. Este síndrome afecta con mayor intensidad a las mujeres. Rara vez nos atribuimos el éxito que corresponde. Según Sheryl Sanberg, directora de Operaciones de Facebook, esto afecta más a las mujeres, quienes generalmente juzgamos nuestro rendimiento peor de lo que es. Muchas padecemos este síntoma, incluso gente famosa y/o exitosa. Por ejemplo, hace poco Michelle Obama se declaró con el síndrome del impostor.

 

 

¿Les cuesta más a las mujeres hablar de los fracasos?

Cuesta más encontrar mujeres que quieran hablar de sus fracasos Al organizar eventos en los que se hablaba de errores y fracasos, no me era sencillo encontrar mujeres que quisieran subir al escenario a contar algo que les había salido mal. Después de un evento en el que solo hablaron hombres, decidí que eso no podía volver a ocurrir. Puse el foco en encontrar historias de mujeres, pero costaba mucho que se decidan a compartir públicamente sus errores. He estado buscando una explicación acerca de qué vivencias tenemos las mujeres respecto de errores y fracasos, y eventualmente, cómo trabajar en ello para que nos potencie en lugar de limitarnos.

 

 

¿Cómo puede gestionarse el miedo al fracaso?

Lo primero es aceptar que algo puede salir mal y tomar consciencia de eso. El miedo como emoción nos dice que percibimos que no tenemos los recursos para afrontar una situación. Es vital saber escucharlo para ver qué nos está diciendo y trabajar sobre eso. En las organizaciones, el miedo opera como un sistema de control. Cuando un jefe inspira miedo, las personas van a hacer lo que se les pida, hay «visión de túnel». Históricamente, no se hacía nada al respecto, pero, hoy, si hay miedo, se deben generar conversaciones para generar una emocionalidad de confianza en el equipo y que puedan aportar todo de su talento.

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